miércoles, 24 de julio de 2013

Carta de un trabajador de Intereconomía

Carta de un trabajador de Intereconomía que explica desde dentro cómo funciona la empresa


Soy un trabajador (varios, en realidad) de Intereconomía que mantiene el anonimato por miedo a perder 'el puesto' y a que el patrón decida no pagar lo que me debe por haberme pronunciado. Sería una pérdida a futuro, claro. Espero, en un futuro, que la situación se normalice, y aguanto para poder conservar algún atisbo de cobrar y una esperanza de un puesto de trabajo que fuera ya no existe.

Por el momento no soy más que un esclavo sin derecho a casa ni comida a cargo del patrón, aunque tampoco recibo latigazos. Visto de otro modo, soy un inversor involuntario y sin ganancias en una empresa de la que no tengo acciones. Julio Ariza, como ya sabrán, no nos paga desde hace meses. Nadie se fía de él, nadie le da crédito. En sustitución del mismo, ha hecho una 'corralito' sobre nuestros salarios. Con ese dinero dice estar intentado salvar su empresa. No nos ha pedido permiso, y tampoco nos da muchas explicaciones. Al que no le guste que se vaya, dice. Muchos lo han hecho ya, pero tampoco han cobrado. El resto lo haríamos si supiéramos que nos va a abonar lo que nos debe.

Él insiste en que está haciendo todo lo que puede. Y, sin embargo, fuentes bien informadas aseguran que ha rechazado varias ofertas de compra porque perdía el control editorial del contenido. Supongo que ya todo el mundo sabe que él es un hombre con una misión evangélica. Ha venido a este mundo a vivir muy bien, y de paso a hacer proselitismo de su religión y sus ideas políticas. Con nuestro dinero, claro.

También hemos visto que paga en un sobre a los contertulios de 'El Gato Al Agua' al terminar el programa; que El Bigotes está 'trabajando' para la empresa, presuntamente remodelando un plató, y cobrando, suponemos.

Por haber recibido ofertas que podrían haber acabado con el drama diario de centenares de familias y haberlas rechazado el señor Ariza se ha convertido, sin más matices, en el empresario de medios más rastrero del país. La compañía, si se salvara, ya jamás sería moralmente suya. Ya nunca podría fanfarronear con sus amigos ni mirarse con orgullo al espejo:Intereconomía sería de los empleados, que son con su dinero los que la habrían salvado de la quiebra.

Lo peor no ha sido la penuria económica de la empresa. Lo peor ha sido la falta total de respeto con la que ha gestionado esta crisis. Los trabajadores solamente obteníamos información a través de los medios de comunicación como PRNoticias.

Hubo un tiempo en que los empresarios se embolsaban la plusvalía del trabajo de sus empleados porque aportaban el dinero y los medios de producción. Ariza le ha dado la vuelta a la tortilla: son los trabajadores los que ponen el capital, y él y sus accionistas se llevan la plusvalía, presente o futura.

El próximo 18 de julio nos echan. El patrón Ariza se irá probablemente a ver las obras de su nuevo chalet, o a tomar con los suyos una copiosa comida. Luego, en la piscina, les explicará los valores de la familia, el respeto al prójimo o el derecho a la vida. Llamará a sus amigos Bárcenas, Gao Ping o El Bigotes. Les contará cómo está haciendo todo lo que puede, contra viento y marea, pero que su partido y toda la derecha le han dejado de lado. Quiere salvar la situación por los suyos, por sus empleados, que somos como sus hijos. Mandará una carta a las abuelitas socias de Intereconomía pidiéndoles 25, 50 o 1.000 euros para salvar su empresa. Rezará, y se irá a dormir. Mientras, 400 familias españolas seguiremos debatiéndonos sobre qué hacer: si irnos, quedarnos, demandar o liarnos a palos.