sábado, 15 de junio de 2013

Arrebato ultra de los obispos: cargan contra la igualdad en la Iglesia, la "poligamia" y el "amor libre"

Arrebato ultra de los obispos: cargan contra la igualdad en la Iglesia, la "poligamia" y el "amor libre"

Los prelados de Segovia, Córdoba y Málaga niegan el sacerdocio a las mujeres y arremeten contra las "deformaciones hedonistas" que "oscurecen" el matrimonio

PÚBLICO / AGENCIAS Madrid 14/06/2013 13:33 Actualizado: 14/06/2013 14:18

El obispo de Segovia, Ángel Rubio.ANUNCIOS GOOGLE

El ala más radical de la Iglesia católica española sigue manteniendo su particular campaña ideológica para lograr recuperar el peso que ha perdido la institución en las últimas décadas y paliar la incesante pérdida de fieles. Hoy han sido los obispos de Segovia, Málaga y Córdoba los que se han subido al púlpito para reafirmar las ideas más reaccionarias de la confesión y los puntos de vista más alejados de la igualdad entre los hombres y mujeres en su propia institución y más allá. 
El prelado de Segovia, Ángel Rubio, en su carta pastoral, ha dicho lamentar que la dignidad de la institución matrimonial "no brille en todas partes con el mismo esplendor", dado que está "oscurecida" por la poligamia, el divorcio, el amor libre y "otras deformaciones de acento hedonista". A esas situaciones contribuye, según él, la crisis económica, "origen de fuertes tensiones patológicas y de angustia en la conciencia".
Con esta misma retórica, Rubio ha recordado que el Concilio Vaticano II calificó al aborto como a la "epidemia de nuestro tiempo". En este sentido, asegura que "no es lícito al individuo que cree en la Iglesia dar la espalda al precepto de Cristo y tomar por su cuenta la propia ley", e insta a la propia Iglesia a realizar "una mejor preparación y una mayor madurez de los novios", para evitar esos casos de divorcio. "Todo el que ama la verdad excluye siempre de su vida cualquier traición o participación de un tercero en ese amor", remacha.

El sacerdocio: "un don, nunca un derecho" 

También se ha llevado su parte la legislación que permite el matrimonio igualitario y que, por tanto, reconoce el derecho a casarse a todos los ciudadanos sin ser discriminados por su orientación sexual. Rubio quiere reformar esa ley para "recuperar una definición legal de matrimonio que no ignore la especificidad de una de las instituciones más decisivas para la vida social, de proteger adecuadamente un derecho tan básico de los niños como es el de tener una clara relación de filiación con un padre y una madre, o el de ser educados con seguridad jurídica como posibles futuros esposas o esposos".
No con menos determinación conservadora se ha manifestado el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que ha negado cualquier tipo de posibilidad de que la Iglesia asuma la igualdad en sus filas. Y es que a su juicio, el sacerdocio sólo lo pueden ejercer los hombres y "jamás" las mujeres, entre otras razones porque, dice, se trata de "un don, nunca un derecho", aunque "algunos se empeñan en reivindicar hoy el sacerdocio femenino, el sacerdocio de la mujer, como si fuera un derecho, como si fuera una cota de poder". Fernández insiste en su carta semanal en que al ser un don el sacerdocio "no puede entrar en el mercado de los derechos humanos, ni debe ser objeto de reivindicaciones".

"Jesucristo ha igualado a la mujer"

"Jesucristo no ha hecho de menos a la mujer, porque la ha igualado en todo con el varón", añade el prelado cordobés. "Por ejemplo en los temas de matrimonio, cuando la mujer no tenía ningún derecho y podía ser repudiada en cualquier momento, Jesús sitúa a la mujer a la misma altura que el varón", recalca. Es la misma tesis que defiende otro obispo, el de Málaga, Jesús Catalá, que ha asegurado que no cabe esperar que el papa "ordene a mujeres de sacerdote" porque la Iglesia "no tiene derecho a traicionar el mensaje de su maestro". "Si hubiera querido hubiera puesto entre los doce apóstoles a mujeres", pero "eligió a doce varones para representarle", ha concluído.

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Jódete, Willy Toledo

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Manuel de la Fuente.

Iba yo un día por la calle y me encontré a cuatro tipos pegando a un hombre. “¿Me meto o no me meto?”, le dije a mi mujer. “No te metas, hombre”, respondió ella. Y al final me metí, y entre los cinco le dimos una paliza. Este chiste de Gila resume a la perfección una cierta bravuconería muy española, una actitud de ensañamiento con el débil. Es algo que se está viendo con la crisis actual, la exclusión del sistema de los pobres y los enfermos: el desmontaje del estado del bienestar se está llevando a cabo perjudicando primero a aquellos cuyas quejas nunca serán escuchadas. Una de las últimas pruebas la teníamos esta semana con un movimiento perverso, la noticia de que la Comunidad de Madrid le ofrece primero empleo a los desempleados con prestación, dejando aún más en la cuneta a los que no tienen nada.
Mientras, en los medios de comunicación no paran de sonar llamamientos a la responsabilidad. Los mismos medios que se callaban la boca ante la corrupción generalizada cuando la burbuja económica estaba en su pleno apogeo ahora nos presentan el panorama como si fuéramos un país serio, que tiene que exigir cuentas cuando, eso sí, ya no hay dinero para nadie, ni siquiera para pagar con publicidad institucional el silencio mediático. Sin embargo, las críticas se hacen, en el fondo, con la boca pequeña, al tiempo que se buscan chivos expiatorios contra los que descargar la frustración generalizada. Y el cine español es uno de los débiles con los que mola cebarse.
Hace dos meses, todo un ministro de Economía cargó contra los actores de nuestro cine diciendo que el problema de todo era que no pagaban impuestos. Y todo porque hay algunos actores (no muchos, la verdad) que son unos auténticos rojeras, que no siguen el ejemplo de los futbolistas, de hacer declaraciones sólo con monosílabos mongoloides ante el aplauso de la gente. Se eleva a la categoría de ejemplo a los millonarios mascachapas analfabetos y se demoniza a los actores que dicen lo que les da la gana, expresando cosas que se salen del guión establecido. A ésos se les niega todo, y se les remata cuando están derrotados.
El último caso es el del actor Willy Toledo. Hace unos días, el actor comentó en una entrevista en una televisión venezolana que se iba a vivir a La Habana. La noticia llegó a España de inmediato donde los medios de comunicación le dieron por todos lados, en un amplio abanico que iba desde la sorna displicente hasta el insulto más despiadado. En general, hubo un clamor anti-Willy Toledo en plan, “jódete”, auspiciado por una derecha mediática ávida de sangre, que lleva años arremetiendo contra el actor, jaleando un estado de opinión que promueve incluso que le den una paliza.

Da la sensación, si uno lee las noticias y comentarios, que Willy Toledo se va a Cuba con millones escondidos en diversas cuentas suizas. O que lleva años cobrando dinero público en sobres sin declarar. O que ha estado estafando a pensionistas y trabajadores, prometiéndoles inversiones para después robarles el dinero. Cuando lo que sucede es que Toledo se marcha a La Habana para trabajar en un proyecto teatral ante el ostracismo al que le ha sometido la industria del cine español: en los últimos tres años, únicamente Pedro Almodóvar le ha dado trabajo, un papel en Los amantes pasajeros. El resto de proyectos en los que ha participado se reduce a cortometrajes, una curiosa interrupción en la carrera de uno de los actores más conocidos del cine español.
Lo malo es esa sensación de aislamiento cuando uno cae en desgracia. El miedo está instalado también en la industria del cine. Existe un cierto desánimo y un aire de comprensión cobarde. “Es que hay que entender cómo es Willy”, es el tipo de comentarios que se puede escuchar desde dentro de la profesión, una manera de apartarse del apestado y de justificar que el actor tenga que irse de este país a buscarse la vida. Y un acto de fariseísmo sonrojante: si el que se marcha es un científico, es una vergüenza, la prueba máxima de lo mal que va España; si el que se larga es un actor, ni siquiera se le tiende un puente de plata, sino que se le remata.
La prueba de ese remate la volvemos a ver en Esperanza Aguirre, experta en señalar con el dedo a quienes no le ríen la gracia. Ya lo hizo con El Gran Wyoming y ahora vuelve a por Willy Toledo. Se puede ver en el siguiente vídeo, con la lideresa jaleando a uno de sus voceros pelotas, que le espeta a una manifestante que se vaya a Cuba con Willy Toledo.
El actor ha quedado convertido en un icono del rencor más cainita, del odio más irracional. Poco importa ya si se está de acuerdo o no con sus opiniones políticas porque es un problema de libertad de expresión. Y de ensañamiento con un actor que lo único que hace es participar en películas, expresar sus opiniones en los medios y manifestarse. No contentos con el drama de que el paro expulse a la gente fuera (sean científicos, actores o licenciados en busca de trabajo), muchos medios de comunicación aplauden esta situación cuando se trata de determinadas personas. Y los demás a reírles la gracia o hacer como el chiste de Gila, a unirse en el linchamiento.

Menea y vencerás...